jueves, 7 de agosto de 2008

Una guerra sin batallas es juego de artificio

Hoy viví un episodio fuera de serie. Encontré a una amiga que hacía mucho no veía. Una amiga de la adolescencia. Con ella compartimos mil y una aventuras. Con ella compré el primer sujetador, fuimos a la primera fiesta, nos maquillamos por primera vez. Con ella compartimos, no los mismos amores, pero si sus más complicadas historias.

Ella me volvió hablar de su primer amor. Recordamos aquellos días. Hace ya muchos años pero como ella me decía aunque hoy parezca cursi, cuando te toca vivirlo con el corazón, no lo es. Más si te queda dentro. Si te caló hondo. Si te dejó su marca. Mi amiga ya sentía con intensidad desmesurada. Solo que no tenía la madurez, en aquel entonces, para combatir adversidades. Alguien me susurró al oído: “Una guerra sin batallas es juego de artificio” y me permite entender a esa adolescente que en su momento creyó que la guerra era una sola.

Al verla con los ojos llenos de lágrimas al recordar una situación de vida tan remota hoy ya, la miré y reconocí, una vez más, a mi amiga de siempre, que mantiene su capacidad de sentir de una manera como pocos se animan. Hoy que el tiempo pasó y que la vida le enseñó a batallar perdiendo muchas veces, ganado otras, lo mejor de ella es, que no dejó de ser aquella adolescente enamorada. Tanto es así que “guardó” ese primer amor como un tesoro en su vida, y si bien tiene color sepia, allí está, la acompaña, la protege, la salva, la impulsa. Pocas son las personas que conozco con esa cualidad. De que el tiempo no deteriore algo que fue.
Si bien no tiene vigencia, no es actual, no por eso le quita el valor que tuvo. Todo lo contrario.

Me confesó, que por esas vueltas de la vida, se tropezó con él. Se reconocieron, se miraron y ella tuvo el valor que no tuvo en su momento. Le contó, le explicó, le relató, con dos décadas de por medio el porqué de tantas cosas. Que liberdador fue! Lo descubrió al momento de decirlo. En ese instante, ella logró extender un puente hacia el pasado y por el caminar libremente.

Para mi, su relato me sirvió de muchas maneras. Comprobé, que los amores se quedan siempre con nosotros. Entendí, que las palabras no dichas lastiman tanto como las dichas en el momento inapropiado. Descubrí, que pocos son los que sabiendo que hay dolor, eligen de todas maneras determinadas situaciones de vida, siendo una manera válida de también sentirse vivo.
Reconocí, que hay emociones que abren puertas de la manera más inesperada. Acepté que todo esto es un círculo, que lo de ayer tiene que ver con lo de hoy. Y tal vez lo más importante, me es absolutamente claro que para todo comienzo debió haber primero un final. Principio y fin van siempre de la mano. Pero...hay determinados sentimientos que no tienen fin, simplemente perduran, son puentes infinitos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Magdalena,

Despues de tanto tiempo sin leerte, me has emocionado de nuevo, como siempre maravillosa y justa, justa con el pasado y aun mas justa con el presente que a veces tanto cuesta vivir. Admiro tu fidelidad a tus ideas y tu manera de compartirlas generosamente con nosotros.

Isamar

Magdalena - © by Magdalena dijo...

Querida Amiga,

Gracias a ti por querer y saber estar. Por compartir tantas cosas, entre ellas tu energía y constancia. Pero sobre todo, es siempre un placer volver a compartir momentos contigo.