Conquistar. Es en todos sus ámbitos, la fase que más adrenalina inquiere. La aventura está presente. Un mundo desconocido atrae. La curiosidad invita a seguir navegando. A llegar a destino. A conocer ese mundo "salvaje".
Lo nuevo obnubila casi siempre. Luego uno se acostumbra a lo conquistado. Deja de ser inalcanzable. Está ahí, el premio. Es ya nuestro...lo creen casi todos...la realidad es otra. Y muy simple.
Lúcido hay que ser, para darse cuenta y entender que las conquistas nunca terminan, que para que lo conquistado se quede con nosotros, para que nos siga obnubilando hay que seguir dedicándole por lo menos parte de la conquista primera. Significa mucha audacia. Porque en los tiempos que vivimos, es más fácil y menos comprometido tener muchos frentes con muchas batallas.
Mis alumnos, más de una década menores a mí -unos "niños"- están convencidos que el haber alcanzado la nota deseada ya está el camino hecho. No puedo ocultar la sonrisa. Porque no puedo concentrarme a solo transmitir por lo que me pagan. Quiero dar más! Lo sé...no tengo arreglo.
Intento insinuarles, que la mayor conquista está en descubrir que lo más importante no es encender la llama, sino mantenerla encendida.