miércoles, 3 de agosto de 2011

Esperas.


Creo que el mayor conflicto del ser humano es esperar constantemente demostraciones del "otro", y me refiero en todas las áreas de nuestra vida, por lo cual incluyo: a los jefes, a los compañeros, a los hijos, a los conyúgues, a los amigos, a los padres, a los empleados, a los amantes, a los vecinos, a los conocidos....
Esperamos de todos ellos que nos demuestren como nosotros queremos, como nosotros nos imaginamos, como nos gustaría, como sin duda lo necesitamos...pero nos perdemos muchas veces el milagro, que esa otra persona, nos está ya dando, pero con sus códigos, con su lenguaje, con sus ganas y....ambas partes quedan con el vacío sentimiento de no recibir nada.
Las mujeres somos especialmente víctimas de este acontecimiento, sumando para agravar la situación, que somos intérpretes endemoniadas de situaciones, gestos, miradas, tono de voz..., empeorando mucho más los resultados, porque nos basamos en nuesto sentir que nos aleja, a veces, del sentido común.
Somos víctimas de nosotras mismas. Sin olvidar que tenemos una capacidad de entrega mayor, con sus consecuencias, también. Sufrimos más de lo necesario.
Siendo una fiel repersentante de esta especie, puedo decir, y ahora hablo solo por mi, que la mayor tontera es, en vez de intentar dejar de lado las espectativas absurdas, sigo esperando...y no puedo adoptar una actitud más reservada, menos espóntanea, menos intrépida, para protegerme. Me sigo reventando contra la pared. Eso, sí, llevo mis machucones, como premios de la vida, y la mirada no me deja de brillar. Allá aquellos que el miedo los entumece, y esperan a que llegue el momento oportuno. El episodio de la vida es demasiado corto. Es para mi una tortura la espera, porque siento tan drásticamente como el tiempo no tiene tregua. Por este motivo aunque intento aminorar la velocidad, no logro completamente "mantenerme en el molde". Por lo cual, en mi se ve, se palpa y se percibe lo que pienso y siento. Porque lo demuestro, lo digo, lo expreso.
Conozco la consecuencias, más de la mitad de mi entorno se asusta, y corren de pavor; otros me envidian y no me lo dicen; otros se sienten opacados y se van, a otros les sirve y se respaldan en mi, o me utilizan como escudo, y algunos, pocos, muy pocos, "aguantan" esta jodida versión de la sensatez y no se van ni se quedan, están.