lunes, 18 de agosto de 2008

El Danubio.

Me asombro de mi propia capacidad de almacenar que he desarrollado. Vino a mi memoria una conversación de hace ya muchos años. En ese momento vivía en un lugar del mundo en donde el Danubio atraviesa literalmente la ciudad. Ese día caminabamos sobre uno de sus puentes, era todavía una primavera fría. En un momento pregunto a mi acompañante: “¿Sientes como se mueve el puente?” a lo cual responde: “Sí, claro; el moverse es lo que perminte que no se rompa” Así de sencilla la respuesta.
Con ese pragmatismo, reconocí todos los “movimientos” de mi vida y lo mejor era que estaba todavía “entera”.
Seguramente, recordé esa conversación porque muchos han sido los movimientos en este último tiempo, de toda índole, color, forma, tamaño. Gracias a todos ellos sigo aquí, me han permitido no quebrarme.
Tengo hasta la certeza, de que cada uno de esos temblores han sido por algo, para que no me duerma en la vida, para que apueste todos los días por algo más, para hablar siempre con el corazón, para creer siempre que hay cosas buenas que están por venir, para no dejar de soñar.
La vida es movimiento y en ese moverse de la vida cruzamos muchos puentes, algunos no tienen regreso, otros sí, pero lo importante es animarse a cruzarlos.

En todo caso, tal vez lo más importante es no perder las oportunidades de decir lo que se siente, es una manera de no optar por la “quietud”.

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