sábado, 18 de abril de 2009

Intensidad.

Rondaba por mi sentir en estos días, ¿cómo algunas personas eligen esa felicidad tan peculiar que duele? A pesar de mis días atareados con actividades extra curriculares, me acompaño insistentemente esta interrogante. Se transformó en un laberinto. Me perdí en él. No encontraba salida. Luego como un pétalo que muy suavemente por el viento se mece, llegó a mis manos la respuesta:

"Solo las personas que son capaces de querer intensamente pueden experimentar dolores intensos. Pero, por otra parte, la misma necesidad de amar las hace reaccionar y las cura. Por eso la naturaleza moral del hombre tiene más resistencia que la física. El dolor nunca mata"
León Tolstoi (1828-1910)

Pues si, así es. Hay quienes se animan a esa intensidad en el sentir. Hay quienes es en ese amar, con ese dolor, lo que los mantiene vivos. Sé que es impensable para muchos. Pero esa realidad existe. Es muy lejana a la seguridad apacible y sobre todas las cosas aparente, que es primordial para tantos. Cada uno sabe. O no.
El secreto está, no en buscar dolor. Simplemente saber que produce ese dolor. Dicho de otro modo, el origen de tanta bendita intensidad.

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